20 diciembre, 2011

Acorazado la película

Silverio Palacios es Silverio Palacios. El se atreve y le presta su nombre real a un personaje de antología ¿cómo llamarse de otra manera en Acorazado? Un mexicano hilando un sueño, llegar en balsa a Estados Unidos. Implantar algo así como el guarache mojado y aprende a decir Castro y no Fidel. Prepara un discurso y se alista a navegar sobre un "bochito", siempre al noreste, pero....
Llega a la Habana y se encuentra de frente a una realidad desconocida. Eso sí, cambia el discurso y después de un titubeo de aplausos para el actor, replantea: Vengo huyendo del capitalismo.
A un cuartico minúsculo, destinado. Le entregan la libreta de abastecimiento y su primer salario.
 ¿Esto qué es?
¿ 300 dólares? Nadie en el cine se rió, nosotros sí.
Acorazado no ha recibido la respuesta bendita de la taquilla.
Pero ¿cómo? Exhibida en pocas salas, en horarios nocturnos, el espectador mexicano enemigo involuntario del cine mexicano.
La actuación de Silverio Palacios hace crecer la película, pero va coja. El ritmo desfallece. Y es como observar dos universos a pinceladas.  Laura de la Uz impresionante en aquella Hello Hemingway, sigue dueña de sus trazos. Enrique Molina ya no encarna a Lenin, ahora es un pintor de imitaciones, "porque hay que comer" dice.
Y  Luis Alberto García, ya no encarna a un personaje de Clandestinos, ahora maneja un cocotaxi y se procura la vida.
No sé por qué los directores mexicanos y latinoamericanos se regodean en escenas que serían dignas de un tijeretazo en la sala de edición. ¿Por qué más detalle y menos sugerencia? ¿Adónde va el mensaje de un Silverio empujando su bocho, camino al mar? Primer plano de una sandalia: su mujer. Los centuriones: sus amigos. El rostro de su amante: un trasvesti. ¿Para qué? Silverio no se sacrifica como el Hijo, en realidad no sabe qué buscar.
Acorazado evidencia las cárceles interiores. Los sueños de grandeza y de cambios infundados, porque están en la epidermis. Porque se cree alcanzar una vida mejor desde la fantasía y la ilegalidad.  Mientras la veíamos,  desfilaban frente a mí, los escenarios cubanos conocidos: la sobrevivencia en el contrabandeo, la simulación, la búsqueda de la carne ajena por el hombre siempre. Y la rumba en el solar, pareciera que no puede haber película donde la isla no suene a toque de tambor. Pero está bien, se agradece ese crescendo del final.
Cuanta película haga Silverio Palacios es digna de verse, nada más por él. Cierto, visceral, inmenso en su sencillez. "Actuar es una forma de pensar y no es un trabajo fácil."
Silverio, el personaje,  navega dentro de sí en una farsa y no se encuentra. Silverio se ahorra batallar en el desierto. Sueña un delirio americano y llega a un aparente paraiso. ¿Pero lo es?

0 ¿Qué me cuentas?:

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...