29 agosto, 2015

La última mudanza de Felipe Carrillo

Algunos dudan de la originalidad de Bryce Echenique, en eso se divaga, yo le leo.
En La última mudanza de Felipe Carrillo, un arquitecto vive un triángulo, en bolero. Comparte el abrazo de Genoveva, periodista con la que le saben bien los enredillos del alma y del cuerpo; pero, también está Bastioncito, el  hijo de dieciseis años y un Complejo de Edipo repugnante. Y bueno, Eusebia, la cocinera, la negra, con su tumbao que camina de lao y “el eco de nuestras realidades tan distintas, nos respondía con los pies en el suelo, pateando latas mil veces”.
Felipe Carrillo crea proyectos arquitectónicos en Perú o en París, pero tiene su vida en demolición. Lo alivia su discoteca: “En mi discoteca me esperaba casi el disparate y hasta el disparate sin casi”. Así con música, el alma patea frustraciones y se acompaña.
Es una novela huracanada. El fenómeno del Niño por escrito, la vida en lluvia y frío uno hasta los huesos porque no hay manera de quedarse seco después de seguir a Felipe, El Flaco, ante los nubarrones de su inseguridad.
Las mudanzas del cuerpo tienen sonoridad, ay, pero la mudanza del alma esa devora en silencio, melodías.  Bien lo sufre.
Felipe Carrillo  intenta. Busca en otras mudanzas al hombre que se contradice en su interior. Cambia de itinerarios y de boleros pero se pierde más. Me identifico con ese laberinto de “cosas que le ocurrían a otro Felipe Carrillo”.
Leí la novela, huyendo de los charcos que me pierden. Hay lectores que en un vaso encuentran el mar de significados y asi ha sido para mí. “una tarde que llovió y no vi a nadie correr y la vida era una mierda por dentro…”
Hay tardes… cómplice lector. Tardes de caminos sin mudanzas y en ti, se quedará un libro en donde llueve. Te sentirás invadido
.
Entre soñidos y ronquidos, un arquitecto levanta edificios con whisky y extiende las “sábanas de mi abrumación”, zurcidas como el sudario de un sueño roto.

“Flaco, sigamos soñando”.

21 agosto, 2015

Después del invierno






Cuando el alma ha roto su puñal en retirada
Cuando ha cuajado en no sé qué probeta
Sin contenido una insolente piedra. 
 César Vallejo

      
Un hombre arrastra sus manías y una mujer, su maleta de harapos. El es cubano. Ella, mexicana. 
Lo vivo me amenaza, hay que cuidarlo o se muere, asegura él. Ella va enferma de mutismo.
Un chico enfermo se acompaña de sus libros y entrega sus fuerzas a la Parca. Una mujer adulta se enamora y acalla su neurosis. Estos personajes se enrolan en Después del invierno,  novela de Guadalupe Nettel.
¿Adónde llevan los vivos sus existencias muertas? ¿En qué geografía cabes si no cavas en ti?
Todos en un aquelarre de individualidades. Danzan sin el otro, buscando-se en los cenotafios. Los panteones con sus ceremonias “eran tan entretenidos como un reportaje de sociales” y cada quien va cavando. Como pico el ego, para hundirse más y sólo Cecilia sobrevive. Como la Catrina, mexicana ella,  sola hasta los huesos. Triste hasta en París porque las cruces, clavadas a la orilla del vital camino, no son tumbas de hombres célebres,  se erigen como oda a la concomitante destructividad.
Y tú, lector, ¿qué tanto...?

15 agosto, 2015

Narciso de José de la Colina

He visto varias entrevistas realizadas a José de la Colina. Allá en Cuba, lo contábamos sin saber ni cual era su apariencia, ni su procedencia. Los cuentos se desdoblan y le tocan a uno a la puerta de la voz, pero José de la Colina sonaba en todos los festivales y las peñas. Hoy que le sé y que me encanta, voy rehaciendo mi trillito de palabras y de cuentos, contando con él, aunque Don José no sabe ni que existo.
Larga vida, Don José, garantizada.... Déjeme le cuento:

14 agosto, 2015

No hay manera

he tenido problemas con el micro, con los tiempos. He cambiado el rumbo un poco y avisoro un puerto distinto, por eso estoy preparando el regreso a compartir los cuentos y las reseñas porque me gusta esa comunión pero lo haré en YouTube. Quizás así vuelva el sonido de la noche y el trepidar de la hoguera. Quizás  no me vaya tanto de mí misma y de las buenas almas que rondan por aquí.

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