28 noviembre, 2011

La pintora

Todos comentaban en el barrio. Cierta era su predilección por la bicicleta, la mecánica y el pincel, mientras nosotras aún jugábamos cosas de niñas.
Creció como todas y un día empezamos a salir obligadas, unas a estudiar al campo. Otras, en la ciudad. Pero el barrio en Cuba no imponía diferencias y el gusto por vernos se extendió hasta la llegada de los amores distintos. Ella seguía sin novio, pintaba como obsesa y soñaba con paisajes cubanos. Boceteaba rincones de mujer. Empezó a exponer en diferentes galerías y siempre la visitábamos las amigas crecidas. Sabíamos, pero importaba más su charla y aquel trozo de todas, eternizadas en su pintura.
Una tarde se fue a Expocuba. Hay una exposición que quiero ver, nos dijo. Se había pintado los labios, cargaba un halo irreal. Tenía veinte años en el cuerpo y parecía la más sabia, entre nosotras, tan comunes y corrientes. Al día siguiente fue por la casa, me invitaba a ver unos obsequios de la feria. Allí, en su cuarto, vigilando a su mamá, fue extendiendo cosas sobre la cama: dos relojes con esferas de Disneylandia. Un pantalón de mezclilla con lentejuelas sobre las nalgas, un abanico y una escultura minúscula de la Virgen de Guadalupe.

Ayer me acosté con un mexicano. Fue muy dulce, la verdad. Todo fue rápido, yo ni sé. No estaba mal el tipo, pa´ser un temba.

Y reía, nerviosa. Sin gustarle los hombres, eligió el precio de su himen. Reía, mientras yo imaginaba la charla del tipo al regresar. Sus carcajadas en el avión. La reunión con sus amigos, el pulque, quizás tequila. ¿Quién era yo? No estaba mi amiga en juicio, no te arrancas la niñez…
Al paso de los años, siguió pintando, en Cuba. Un palmar en su sala, palmares en su cuarto, palmas y palmas con cintura y pechos de mujer. Guardó los relojes en una cajita de música, dádiva de un francés y empezó a usar gorras y pantalones de varón.
Su exposición en la Casa de la Cultura Municipal fue una declaración:

“Cuando pinto son mis verdaderos orgasmos. Los colores me hacen regresar por mí”.

Un día le pregunté si quería irse de Cuba. A la sombra del Palacio del Segundo Cabo, frente al arrobo de una mulata a su diestra, dijo como quien medita por primera vez:

No me voy porque soy nada sin este paisaje. Ni Mendive como yo, para pintarle el cuerpo a una mujer. Cuando trabajo me invento un mundo ¿sabes? Yo no tengo espacios que buscar.

Sigue allá. ¿Hubiera sobrevivido con una vida minúscula? A mi amiga la salvó su arte. ¿Cuánta pesadilla les ha adornado el pecho y la casa de las que se creen muy listas y mueven el trasero a golpe de chancleta?

¿Vale la pena empeñar la juventud?

Un vistazo a Manuel Mendive



























Universos

Lozano Hemmer tituló su creación Ecuación solar. Imaginen un globo aerostático de 14 m de diámetro lleno de helio que flota a más o menos 18 o 20 metros de altura. Imágenes del sol pasan por él, gracias a megaproyectores y entonces, ves explosiones, turbulencias que se producen en el sol. También se pueden provocar explosiones con una aplicación desde el celular.
Rafael Lozano nació en la Ciudad de México, es un artista electrónico y pasa su existencia creativa entre Madrid y Montreal.

Dicen que ver Ecuación Solar nos permite apreciar en nuestra dimensión: el grano de mostaza. Dicen que conocer su obra es ver los ojos de la poesía.
Me gusta que le nazcan explosiones solares a la Luna y es bueno reconocer que aunque la española Angeles Durán se proclamó propietaria del sol, nosotros podemos levantar los ojos e inventarnos mil universos casi imposibles.

25 noviembre, 2011

De lo vil a lo artístico

Roysten Abel, artista escénico, fusionó la estética del Barrio rojo de Amsterdam (eso dicen) y la música Manganiyar (de una casta musulmana que tradicionalmente toca para los reyes de Rajasthan).
En 36 cubículos se armonizan 43 músicos y cada espacio se va iluminando en el orden con que inicia y sigue la melodía. La dimensión artística es indiscutible, así deberíamos ir por el mundo, con una caja interior llena de música y luz.

23 noviembre, 2011

Diciembre me roza

A menudo, uno se dedica a la lectura porque ha visto a una persona amada sumergida en sus libros, inaccesible, y la lectura apareció como un medio de acercarse a ella y de apropiarse de su mundo, de sus cualidades, de su encanto, de su misterio. Michelle Petit

Yo me parezco a Manolo. Como dos gotas desconocidas debimos correr en la misma lágrima.
  "Era veinticuatro de diciembre, y esa noche era Nochebuena, Manolo sintió un escalofrío, y luego se dio cuenta de que un extraño malestar se estaba apoderando de él. Recordó que siempre en Navidad le sucedía lo mismo, pero este año, ese mismo malestar parecía volver con mayor intensidad". Yo quisiera preguntarle a Bryce Echenique ¿quién es Manolo en realidad?¿Es él? Nos lo dirá algún día. Con este personaje yo me entiendo demasiado y él no sabe explicarse, porque la vida que se habita como en un libro no tiene alternativas.
Se acerca diciembre...
Veía como la gente entraba y salía del templo, y pensaba que entraban más para descansar que para rezar, tan cargados venían de paquetes.
Cercana la Nochebuena, mi abuela me llevaba a la Iglesia de la Virgen de Regla, en esos días,  abuela me acercaba a Dios y en los estertores del fin de año, Madre repetía: Quizás sea el último año que veas a tu abuelito. Al año lo esperaba dormida, después de una larga noche con adultos.
Mi abuelo sigue vivo. Ha visto mis primeras canas. Mi abuela ha olvidado no sólo el trayecto hacia la iglesia, ya no sabe ni cómo llamarme y acaricia mis ojos, como para ella ver.
Manolo es eterno en su adolescencia, una página le impide envejecer. Yo quisiera darle un aldabonazo a mis fantasmas.
Feliz Navidad iba repitiendo mientras cumplía con las reglas del juego. Los regalos.
NO mirar atrás me ha dicho un hombre sabio. No regresar sobre los pasos en la Nada. No inventarse cebollas pa´llorar...Daría la vida por cada uno de sus hermanos. Pero uno no da la vida en un día establecido.
Cierro el libro y me salvo. Somos hoy cuatro piedras haciendo caminos.

  • Textos en negritas: Su mejor negocio. Cuentos completos. 1964-1974. Alfredo Bryce Echenique.

22 noviembre, 2011

El arte de callar


Palabra sube. Palabra muerde. Palabra arrastra. Palabra surca una vena en el silencio. Hay que aprender a callar lo que Palabra hiere.

19 noviembre, 2011

Sakiko Yokoo


La 31ª Feria Internacional del  Libro Infantil y Juvenil en México nos regaló a Sakiko Yokoo. En un foro donde el sol jugaba a iluminarnos hasta las venas, salió al escenario como una bendición.
Ella juega detrás de la pared, su mano es un pájaro libre, una linterna, un loto. Parece mimo,  es un soplo de sensibilidad.

Saluda como japonesa y sale a caminar. Es una niña, de cuclillas. ¿Vuela a ras del piso?¿La ves?, dice Hijita, inocente.

Las manos de Sakiko Yokoo saben hablar, se mueven lánguidas. Se encrespan. Acarician desde lejos y el lenguaje de su mirada va abrazando a cada niño alrededor.

Cuando la manzana irrumpe de su costado, todos pensamos que iba a mostrar su corazón. Una manzana corazón ofrecida desde sus labios, el cuerpo juega con los niveles y tiende los brazos que  suben como el humo.

Dice algo con los ojos y al mirar, todos entienden: Cuento contigo. Por eso ríen los niños y se acerca a una pequeña, la hace bailar. Delicada y traviesa juega con sus manos, giran. Con un ademán indica direcciones y la siguen en el giro, al levitar.

Los niños ya no están bajo el sol tirano, ahora crecen con ella, en un jardín japonés. Los peces dorados somos todos y la manzana llega a su boca, cuando ya nos conquistó.

La madera de sus zapatos suena, llama a los espíritus como en el teatro kamishibai. 

Ella va pasando, como una lámina ilustrada. Sonríe y se despide. 

En su despedida aletea un pez dorado. Se quiebra un loto. Florece un cerezo.

Todas las fotos son mías, un arte que disfruto por su volatilidad

17 noviembre, 2011

Bestiario



Le pidió perdón por facebook, Badoo, twitter. Subió lágrimas a youtube. Le envió dos correos electrónicos y doce mensajes de texto. Cuando la golpeó, otra vez. Lo hizo de frente.

15 noviembre, 2011

Sapos tales

Todas las princesas correteaban entre las margaritas, iguales. Sólo destacó la atrevida. Nada dubitativa, le estampó un beso en la boca. Esperaron ansiosas:
- ¿Se convertirá?
- ¡Sapo! ¡Sapo!
Cuando el jardinero fue azotado y despedido, solo una idea le salvó del suplicio:
- ¡Se lo devolví!

Escultura de Charlotte Yazbek

14 noviembre, 2011

La jabá


Ella vivía en Centro Habana, en un cuarto con barbacoa. La conocí en casa de E. un sábado de bingo. No había nada que hacer, los varones compraban cerveza de pipa y se emborrachaban hasta la media noche. Las mujeres conversábamos, a veces hasta el amanecer porque en el período especial, la Habana volvió a tener muralla. En madrugada no se podía entrar, ni salir, cero transporte.
Recuerdo el arribo de ella con sus besos sonoros. Hasta para los besos era vulgar. Abría la boca en el cachete de cada varón y en chasquido obsceno se alzaba sobre la algarabía general. La admiraban.
La jabá tenía buen cuerpo y fea cara. Siempre vestía con poca ropa y estampados de carnaval. No hablaba mucho, pero calculaba  su lenguaje no verbal. Y sin dudas, los machos se estremecían ante su rara matemática.
¿Cuál era su estandarte? ¿Por qué tanta admiración?
La jabá era la mujer de A, carnicero de la Habana Vieja. A era mulato claro y sus brazos bien torneados nublaban la vista. Hasta conocerlos, tuve la visión del cubano como un hombre luchador. Capaz de defender a madre, novia, o esposa. Incapaz del perdón. Fiero si le pegaban el cuerno, pero…
La punta del iceberg comenzaba a derretirse al calor de la isla enferma y como A, el carnicero encantador, varios tipos fingían demencia si su mujer se entregaba al mejor postor. La jabá se había ganado la amistad de aquel grupo heterogéneo porque cuando venía Venancio como le decían al amante español, entonces presentaba al carnicero como su primo hermano y este dormía su estatua perfecta, solito al pie de la barbacoa. Para ahogar su soledad convocaba al círculo de cómplices, que veneraban su acto solidario, a trago de cerveza y trozos de jamón.
Era un bárbaro el carnicero y cornudo el español, según ellos. ¡Ajá! Pero en Cuba los cálculos no funcionan y en una ecuación delirada, el carnicero conoció a una sueca que entró en la carnicería, preguntando una dirección. Hoy vive en Canadá, se ha casado dos veces y trabaja en la construcción. La jabá, debió indigestarse con la fabada porque con muchos kilos de más, ahora rumia su tristeza, en la puerta del cuartico. En letanía, todavía repite: Yo podía soportarle todo, pero que me engañe… ¡eso sí que no!

13 noviembre, 2011

Niños creativos

Tanta criatura suelta en las calles, vendiendo o limpiando parabrisas. Tanta familia que vira el rostro...

07 noviembre, 2011

Muerto a la cañona

Con Muerto a la cañona, me he reído tanto...

En este mes convivo con tradiciones muy particulares, en México. La Catrina escucha silbidos y extiende su mano huesuda. Quizás aprecie la rítmica del mariachi y se deje ir, emocionada.  No puedo evitar estremecerme al observar a las niñas mexicanas con el rostro maquillado y el gran sombrero que Posada inmortalizó. Los niños corren  y esconden la algarabía detrás de una malla de huesitos.
Pero, en Cuba, la muerte no puede seguir su propio derrotero. Desde que Francisca se ocupó en vivir, los milagros de la supervivencia se confieren al aroma del café o al humo del tabaco. También se dice que el ron, en sorbos breves o la lectura.
Muerto a la cañona es una carta a la que he decidido dar voz y acompañarme de música popular: NG La Banda con Ojo, lengua y oido. También Adalberto y su son, con Dale como e. Además, con el cierre de Tapaboca por Manolito y su Trabuco. Un poco acordándome de mi alfabetización callejera en Centro Habana y otro mucho porque el acento revive y siempre es bueno recuperar aquel dicho de mi abuelo: ¡Qué cosa más grande, caballero!¡ No es fácil!
 

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