27 enero, 2012

Escarceo

“Y más desagradable que decirle algo a un sordo es no comprender si la otra persona ha entendido lo que le decimos y quiere contestar algo”.

En el cuento Sin Palabras, el personaje del novelista Omiya Akifusa no volverá a decir una palabra, ni a escribirla. Padeció un derrame. Dentro de la historia, la hija del escritor cuenta una versión anticipada a la desgracia. El había publicado una novela cuyo personaje central era un muchacho enloquecido. Lo recluyeron en un manicomio, sin plumas, ni tinteros, ni lápices. Sólo contaba con papel de escribir. El muchacho que soñaba con ser escritor, pasaba el día frente a la cuartilla en blanco. En su delirio, creía escribir. Y la madre en cada visita “leía” aquella hoja nívea. Ella le cuenta al joven cada uno de sus recuerdos, desde la niñez. Donde él cree escucharse, su madre le va relatando una memoria familiar y confía en que el hijo sane.
El suicidio de Yasunari Kawabata, Premio Nobel de Literatura, nos recuerda el peso del silencio. Hay sensibilidades desconocidas y uno aprende con ellos sobre la lectura del mundo. Vienen otros con su facundia. Cada quien carga su leyenda personal, su altar de imaginerías. Cada uno diseña un territorio interpretativo donde cohabitan ángeles y demonios.
Yo tampoco escribo sobre mis cosas. Y creo que no podría hacerlo aunque me lo propusiera. Pero me parecería muy interesante seguir escribiendo a pesar de carecer de palabras y no sé si sentiría la alegría de preguntarme si lo allí escrito es propio, si ese soy yo, o si abandonaría el experimento como algo inhumano.
¿Tu verbo delata el personaje que interpretas? ¿En cuál baldosa personal se esconde la palabra cierta?
Propuesta de lectura: Primera nieve en el Monte Fuji de Yasunari Kawabata

24 enero, 2012

¿Por qué cuentas?

Cuento porque en el aliento de cada historia suspira y ríe la primera palabra, la risa primera, la niña de ayer...


23 enero, 2012

Factura consular

En la vida no hay más que un Viaje Verdadero...
             Alfredo Bryce Echenique
Por varias razones nada gratas, debo hacer un envío a mis abuelos. La experiencia anterior en casos como estos se convertía en un dime que te diré, porque en DHL, según el mostrador, eran los comentarios. O según los dependientes o según un libro rojo, grueso y manoseado o según...
En fin, más allá de documentos era imposible sin una factura consular. Incluso por dos cajas de galletas para diabéticos, el año pasado me exigían en el mostrador de DHL, una factura consular. ¡Y costaba! Hoy, sorpresa, me entero después de hacer varias llamadas, realmente predispuesta, que la susodicha ya no existe, no es necesaria. Se fue a volina.
Me dicen, en el Consulado, que ya hace un año de esto. Es una buena noticia, que no por llegarme tarde es menos grata. Hacía falta algo así, decías: Un envío a Cuba, por favor y observabas aquella mueca ácida del libraco rojo y al dependiente, ofuscado: Uy, ¿para Cuba? Déjeme ver porque para allá hay mucha restricción...
Ojalá algunas cosas, humanamente responsables, tomen los matices de la naturalidad. Ojalá el caimán de la isla acorte las distancias afectivas, con la variedad de medios que pudieran acercarnos, ojalá...

20 enero, 2012

Artefactos



Consiguió la cita. El, recortado por el farol de la esquina:   amiguis parece 1 luchador.  Comentan sobre el fin de semana :  enciende un cigarro. El humo no dibuja figuritas, ni consigue volutas impresionantes: fuma.  ¿Sabes dónde hay una gasolinera por aquí?,  él. no es su rumbo. La noche hoy ha sido un fiasco ¿Le tienes miedo a la luna llena?, pregunta la chica. No te voy a comer. Aplasta el cigarro incómodo, algo dije. No es nada, estoy cansado,  fue difícil encontrar tu calle. El trazado está mal, creo. Pero viniste. ¡¡¡¡vino!!!! No hay bronca, otro día, quizá. hallo!!!   Se acercan al coche azul, como una sombra se pierde en el contén.  c va. ¿Qué vas a hacer el próximo fin?  Seguro voy al estadio o iré a tomar cerveza con algún amigo, nos vemos. Nos hablamos. Pinche tipo. Bye, bye.  Un beso frío. Los dedos rozan apenas el teclado. monosilábico el güey.  Sola,  entró al pasillo oscuro de su departamento,  libre de culpa,  por el twitter acompañada.

16 enero, 2012

Pesadilla

Cuando duermo alguien, que no soy yo, vigila el sueño mío. Lo sé...  he abierto una almohada y le he visto: un suspiro se escapa de su boca de mirlo. Voy a fingir que duermo y en un descuido, le miraré a los ojos,  huecos como un abismo. Mi abuela me aconsejaba: no párpados, ni suspiros que la muerte siempre anda vigilando un sueño ido.


11 enero, 2012

Sin pantalones en el Metro

Sueña siempre el que sueña y entre sueños se desgasta la vida como un calzón de trapo.
                       Vicente Leñero en La ciudad en el centro.
El Metro se estrujó las líneas de las manos. Los andenes vieron, turulatos, como a una voz se quitaban los pantalones. ¿El tipo enfermo?¿El buscador? ¿Un plantón de Antorcha Campesina? No, un grupo de “relajados”. La ciudad se inserta en la globalidad y por las redes sociales un mismo deseo. Andar en calzoncillos, en tanga, nalga afuera. El muslo celulítico se libera, el joto se pinta un beso en la nalga. La flaca se pone botas altas, para treparse ojos por el muslo. Aquella pareja gay, finge naturalidad y se pone audífonos.
Dentro del Metro de la ciudad de México, no cambies camino por vereda. ¿Mes ves? ¿Me ves? Soy natural. Ah, dice una entrevistada: Es divertido y hay que des estresar al planeta. Órale, planeta de los encuerados, planeta agónico que cierra su ojo agujero en la capa de ozono, si te quitas los pantalones. Madre que viaja hacia la Raza donde su hija adolescente está en trabajo de parto y se le meten por los ojos, se cuelgan de los tubos altos para mostrar la marca de la ropa interior que oculta barriguitas. Albañil o plomero, obrero seguro que dice: Son inmorales. El mundo se va a acabar. Mujer extranjera, de rastas y piel negra: No sé qué pasa, no entiendo bien. El oficinista desvelado, duerme colgando de su asiento, se lo pierde dice el comentarista del noticiero. Y yo hablo español, pero tan-poco-entender. ¿Cuál es la propuesta?

¿Por qué lo que es exhibicionismo estéril? Lo dejan ser. ¿Por qué los niños están obligados a convivir con estas idioteces?¿Por qué el tipo que va al trabajo, el policía de la estación, la mujer que defiende su “vagón rosa?, el gobierno del distrito Federal ¿por qué tolera a esta gente desorientada?

Una amiga se iba a un rancho y se encueraba. Nalgas en el piso, picadas de hormigas. Agua de alberca sucia lavando mentes. Pie desnudo sobre lo verde, creyendo en Mariano, Dalai, Zen. Cada quien su sueño o pesadilla. Cada quien nuestra carga de perversidad. “No hay bueno, ni uno”. Pero la mayoría… ¿Me ves? ¿Me ves? Soy natural… que apure su existencia al alcance del Metro. La gente que trabaja o lo va a buscar. El niño que apoya su inocencia en la mano de la abuela, ¿tiene en picada los ojos? ¿Me ves? Soy natural ¿Me ves?

Marchas gay y la de las Putas. Ciclistas desnudos. Surfear sobre una toalla. Caer dormido, en plena avenida. "Productivas actividades". La Ciudad Tenga…manda esto. Mande, güey...


09 enero, 2012

El héroe

Cuando se fue, como preso político, mató su fregadero. Vendió lo electrodoméstico y arrancó, a mordidas, la tendedera. Un Duro. No voy a exhibir más vergüenzas, dijo.

Suegro de una vecina, se despidió como un héroe, según ella. Las lenguas sumaron hazañas, que si también dejó un cartel frente a su casa ¡Abajo! Que si rompió la línea de luz ¡Abajo! En el aeropuerto, dicen… le pidió un bolígrafo a la de Migración, frente a la ventanilla sonriendo se escribió en la palma de la mano ¡Abajo! Y partió.

Al año se llevó a su hijo. Y regresó. En la cuadra hablaban de sus berocos, una forma machista de contemplar su hombría. Con mucho dinero, dicen, regresó a su casa vacía y empezó por el baño, azulejo como hiedra, de piso a techo. Compró un estéreo y Celia Cruz se escuchaba de día, a toda voz. Después retomó la cocina, una belleza de mármol con dintel, comentaba admirada, mi vecina.

“Estos verracos”, era su manera de abrir confianzas. Y le nucleaban unos cuantos, ojos de carnero, azorados. Se le podía ver solo, casi siempre, cadena de oro con virgen colgando.

El barrio se está cambiando el maquillaje. De los listos quiere ser. El barrio especula y mueve espejitos para encandilarse. Se inventa historias a capricho. Toma instantáneas pero no sabe revelar. El barrio se queja como un gato en celo, oscuridad. Algunos vecinos viven encaramados en sus sueños. Otros, los que quedan de mi edad, aprenden a subir la palma y agarrar palmiche. Pero hay un grupo, los del edificio, murmuran con el tipo del fregadero: ¡Abajo! O gritan desde internet, lejecitos para no salpicar-se.

El tipo ya no está, “subió” a 90 millas. No le gustaron los de abajo, dicen que volvió a romper. Quizás un día, pregunte dónde es la casa y vea si es verdad. Yo sólo cuento de un tipo que dicen es un héroe, pero regresa a casa ya dos veces y a falta de hoz, usa martillo.

Hay más de uno como aquel. Depende del aire, ajustan la veleta. El barrio sigue cubriéndose de rejas. Los "héroes" de hoy juegan dominó con las luces y las sombras.


03 enero, 2012

Años

Un cuñado me ha regalado un minúsculo bosque y un remanso de fresas. Al fondo de la cesta: Café cubano un disco bajo la firma Putumayo World Music. Pienso en los olores del patio allá en casa. La melodía de las ramas del anón…Una amiga regresa con noticias del homenaje para Alicia Alonso, las emociones y la ceguera, la vejez como una realidad que no empaña años de trazos impecables y trabajo duro. Acabo de gozar, Carmen, hilvanada por Alicia, tejida y aderezada. La existencia es un mar de goznes. Fin de año bailando Pata Pata, de Miriam Makeba, con el Wii, porque mis retoños ya sienten la urgencia de tambores africanos. Mi esposo me abraza con un libro.
El fin de año en Cuba venía con la limpieza, el huevo real, caliente anidado. Las semillas de la bodega, en papel cartucho y el recorrido por el cuerpo pidiendo Luz y prosperidad. Después el gallo o la paloma y el entierro, escondidos en el marabuzal, que la hierba es cómplice de la sangre y del grano calientico.
Mi primo me escribe otra versión, de los orientales dice, apropiada por el barrio. Un muñecón del tamaño de un "compañero", recorre las casas, debe entrar en cada hogar y olvidados de las antiguas usanzas, mis primos llevan al “hombre” y al finalizar la caminata, lo queman. Arde en el centro del barrio, ya no la caldoza. Tampoco el agua del cubo, de la pipa, del tanque plástico que se lleva medio comedor, porque en mi barrio se vive a raz del piso y no hay balcones donde la gente escupa supersticiones.
Recuerdo la sentencia de mi abuela, vaticinando a su manera el futuro existencial: Antes fue con agua, todo se ahogó. Ahora va a ser con fuego. El fuego tragará al mundo de un tirón.

¿Cómo habrán quemado al muñecón? Los ánimos han cambiado. Mis tiempos en Cuba fueron años de humedad. Voy a preguntarle, en tiempos de la anodina cotidiana el agua tiene memoria; el fuego, no.

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