24 septiembre, 2013

De inocencias



Después de veinte años en México,  reconfortan la guitarra de mi esposo, las hijas mágicas y los alumnos crecidos. Gracias, Brenda por seguir confiando en la palabra.

19 septiembre, 2013

Yo Publio


Vuelan, vuelan, sobre un cubrecama expuesto en Bellas Artes, las mariposas de Raúl Martínez. Raúl, Premio UNEAC, nos sigue legando bellas imágenes: Celia con una flor en los cabellos; Martí, entre llamas y nubes, y ahora, estas mariposas...  Extraído de La Nueva Gaceta.

Hay libros que levantan en brazos. Otros, revuelcan, escupen, blasfeman. Hay libros caricia y libros espinados.  Yo Publio es un surco de memorias.  Es una rareza publicada en Cuba y que ya va por su segunda edición.
 
Llegó a mí envuelto para regalo y la impresión de escándalo. Fui desgranando al pintor Raúl Martínez, mientras las páginas me perdían en un laberinto que parecía construido por más de una voz. El estilo cambia a zancadas, se extravía.

La vida del pintor de aquel Martí a colores, el que dio afiches a las salas de cine, portadas a las revistas, quien fuera un niño nacido en Camagüey, con la oscuridad iluminada por cocuyos, le da voz a la memoria:
Sueltos, libres, corríamos aspirando el olor que nos inundaba, olor a verdadero campo, tan libre como nosotros, que nos atrevíamos a penetrarlo…
El joven bello, que fue, cuenta sus miedos, su frustración, las burlas y las obsesiones que lo martirizan.
Con los ojos cerrados o semicerrados, asistía a una desordenada procesión de cuerpos que se multiplicaban y reproducían, creando nuevas multiplicaciones de figuras, todas desnudas, hombres, mujeres, que formaban un conjunto sensual. De aquel amasijo de cuerpos, algunas venían ante mí…
Una paletada de gris desdibuja la confusa revelación de su homosexualidad. Se busca en cuerpos de mujer y se pierde. El empeño de purificación revolucionaria destierra de sus puestos a más de uno. Raúl Martínez ya había aprendido a levitar, como parte de la mascarada para sobrevivir.  Había practicado un caminar más varonil, con ligas atadas a sus muñecas, fijas a los bolsillos del pantalón. Deja atrás sus tenis blancos, se llena los ojos de color.
Después de mostrarse en un tono personal, casi tímido, la voz que cuenta detalla, con ajeno descaro,  encuentros homosexuales, parejas ocasionales, o no. La vida compartida con Estorino, el dramaturgo creador de El robo del cochino, La casa vieja, recrea una eterna complicidad. Narra, sin tapujos, las sinuosidades de las formas, los deleites y las carnes por degustar.
Es una rara lectura, sin embargo, plena de imperfecta humanidad. Yo Publio, comienza con largos episodios, algunos poéticos. Otros, ilustrativos de una historia de vida que nos permite atisbar en el entramado más complejo de la cultura nacional. Raúl fue exponente del expresionismo abstracto y mezcló en su obra el pop americano con los íconos revolucionarios, los colores del campo donde creció y los matices de su libérrima sexualidad. Así, este libro desnudo es como un afiche colorido y se diluye, casi al final, en notas parcas, fechadas esta vez. Notas de marco, para el mejor mural de Raúl Martínez, su  vida :
Quizás sea yo el que no entienda, pero la actitud de una Eva, una Sandra o tantos otros que he conocido, me parece extraña. ¿Por qué no buscar raíces en su propio árbol?
El mundo del arte –hasta donde he podido observar-sigue perplejo y detenido. Vi las exposiciones (varias) de Rauchenberg en el Soho y el Whitney. Pura maestría sin contexto. El mundo de la pintura sigue siendo un caos. ¡Cuánto talento necesario para encontrar una salida!
Me siento contento de mi país –no de mí, ser humano incontrolable, pero apaciguado por estar en donde debe estar.
Para escuchar de su libro para niños: Los cuentos bobos,  El hombre injusto  http://halocubano.blogspot.mx/2010/05/el-hombre-injusto-de-raul-martinez.html
 
 

12 septiembre, 2013

Roberto González: Cocoperro

Es un personaje de esos que puedes descubrir andando la Habana Vieja. Nos lo encontramos, bien acompañado con sus dos perros: Pillo y Chocolate. Obedientes e incansables, repetían varias artimañas para hacer reír a los transeúntes.
 
Yo venía de sorpresa en sorpresa, porque vi a un guía turístico almorzando langosta en el restaurante Europa. Vi el restaurante Europa revestido y acicalado. Vi un hombre de hojalata, hirviendo bajo el sol de agosto. Vi una cucarachita dentro de mi crema de queso. Vi al Capitolio con brackets. Vi un negro, como escultura, tajando el cielo. Vi, las mismas enredaderas en el mismo esqueleto del edificio. Vi la ventana desde donde miraba la parada de la guagua y escribía cuentos sobre los rostros narradores. Vi mi imagen en un charco y fue como volver para despedirme un tramo. Volver sobre mí, en constante minuendo.
Roberto se detiene en cualquier esquina, su bicicleta Coco Perro te avisa de la creatividad del cubano, de los que se dejan de quejar y aprenden a vivir. Sus dos perritos, amaestrados toman leche de tu mano, se duermen sobre el hombro, chupan biberón, te besan. Los niños se acercan de inmediato y los turistas hacen grupo alrededor.

 
No, kiss. No, kiss. Grita Roberto porque la lengua húmeda amenaza encariñar la imagen en la foto. Si alguien se acerca y dice Bush, el perrito encolerizado ladra, mostrando todos sus colmillos. Ríen, los turistas en grupo, sin comprometerse a dejar propina por la curiosa demostración. Roberto, se pone dientes postizos se acerca a la asiática que dejó reposar la perruna cabeza en su hombro. Es un trío irreal, aplauden todos y alguno deja un dólar, una moneda, un cuc.

 
Roberto sonríe incansable, habla sin cesar, tiene como un motor de combustión interna, pareciera no abatirse por el sol del mediodía, por la exigua propina. Sonríe y sigue camino. Si yo te contara, se despide mientras yo le invento a mis niñas: Es otro hombre sin sombra. 

 

06 septiembre, 2013

Quejumbre

Una característica del cubano es la quejumbre. Quejido monotemático en el arte, la escritura, el cine, conversaciones y cartas. El quejido llega disfrazado, también,  en el sudor, porque el calor de la isla siempre es motivo.
Hablaré de un pedazo de playa, Tropicoco, al pie del hotel Marazul. Llegas temprano y tumbonas y sombrillas quiebran el paisaje. Te plantas y caen de algún lado, los cobradores: Ay, no.
-Sí, dos cuc el camastro y dos cuc cuesta la sombrilla. Hasta las seis...


 
A las doce del mediodía se ha llenado el lugar. Un italiano se sienta a nuestro lado, parece prendado de la espuma. Conversa con mis niñas, en inglés. De pronto, un cangrejo desteñido sale de yo no sé y hablan del little y rápido animal. Ríe el italiano y nos pide cuidarle la ropa para meterse al mar. Dos policías, visitan cada sombrilla, saltaron de Oriente y cayeron acá:
- Cuiden sus pertenencias para evitar una situación- dicen, literal.
Hablo de que esto ocurrió un martes, al mediodía y con camastros llenos. Metros a la izquierda un extranjero colorado y gordo abraza a una blanca jinetera. Hay muchísimas sombrillas en pie y son los únicos extranjeros que diviso.
Alrededor de las tres llega una familia con una mesa armable, se enteran que si quieren sombrilla con mesa y sillas, cada silla les va a costar. Arman la mesa, les cobran dos camastros, se distribuyen y sacan una olla de presión, hielera, platos y botellas. No he oído ni un solo gemido. Vuelve el cobrador:
- Les recuerdo que recogemos esto a las 6.
El jueves regresamos al lugar, cerca de las cuatro de la tarde, está colmado.  Hay cuatro niños a la redonda y empieza a llover, muy fuerte. Mi madre dice que se hacen tornados y a juzgar por el corretaje todos piensan lo mismo. Escapan en dirección contraria al mar. Una familia se queda en el agua y mis hijas y yo jugamos bajo el aguacero a torear las olas, está exquisita la combinación. La playa casi desierta.
Cuando uno describe estas realidades saltan los que participan de la olla de grillos. ¡¿Tú sabes el esfuerzo que hace un cubano para ir al mar?!¿Tú sabes lo que es el sol prendido esperando una guagua? ¿Te imaginas ese salitre y la arena metida en la chancleta y hasta allá? ¡Merienda en mano! ¡Qué clase sol! ¡Qué calor!¡Qué oleaje hay!¡Hay piedras!¡Qué barbaridad!
Tendrá algún perverso propósito quejarse diario, por cada eventualidad. Sí, claro la conmiseración es un vehículo para mejorar egotistas economías y el que sabe escribir la queja, engorda el caldo aquí y allá. Hay un tono en lágrima perpetua, un afán de martirio, pero en el fondo, poco es verdad.
Antes de irnos, mi madre se quejó por la luz mortecina de la tarde. Mis niñas sonreían, gozosas, con las manos llenas de conchitas de mar.

 Cosas de Cuba... El cobrador, en la imagen,  sin identificación alguna. Si le preguntas te remite a un cartel allá a lo lejos, con las tarifas y te muestra el comprobante de pago. Puedes quedarte hasta las seis, pero si te vas la sombrilla y los camastros los cobran a otros y así doble o triple se los embolsillan. Quejarse, quejarse, caimán divino que se hace el muertico y se deja flotar...

03 septiembre, 2013

Tramos de martes

La poesía la tomo en brazos. Tengo pavor de su mirada y cierro los ojos, escucho. Dice imágenes y pinta en mí, soy un lienzo estremecido. Eso tienen los libros de mi cuarto, el cuarto azul...He descubierto un libro de Poesía Polaca, convertido en  espejo, taja mi razón. Abro los ojos.  
 
Salto los años, me adelanto
a los presentimientos -¿para qué? ¿Para qué?
Para poner más lejos el instante del sueño
que cada noche anuncia lo mismo inevitable.
Detenido en el ornamento de la sombra, bajo el cielo,
no alimento mis ojos de colores ni de cambiantes soles.
Tan conocido es el paisaje que hasta parece oscuro.
¿Salgo del cruce de caminos
hasta el ciruelo o el peral
al que pegué un día mi cara?
Arrodillado besaría este sitio
en que echaba su luz la ventana paterna
jugando con la sombra y el temor de los árboles.
Todos me esquivan, nadie me conoce.
Sigo, pues caminando, extraño solo,
y corro
creyendo haber llegado con muchos años de adelanto
o con años de atraso.
Fragmento de Día laborioso, Stanislaw Pietak

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