29 mayo, 2011

Leonora


En Las vacaciones del esqueleto Leonora Carrington reconoce el nuevo semblante de la muerte. Una calaca feliz pinta su nueva existencia entre un techo cielo y un suelo de tierra, ¿qué más? Sin ángeles sempiternos, ni sudario, goza del mapa personal, desnudo. Sentado en un dedal, a veces es filósofo y también baila. O hace bromas con excremento o tinta…“Parecía un monumento transparente soñando con un pecho eléctrico y miraba sin ojos, con agradable e invisible sonrisa”…
Por esta época, Leonora y Marx Ernst construían continentes para la imaginación. Leonora prefirió callar y evitar la prensa, muchos años después, cuando quisieron interpretara aquel lienzo vivencial. No entendimos que las historias de amor tiene huesos, como esqueleto mortal cualquiera y semejan el grano de mostaza o la voluta, diluidos por el vuelo de otros sueños.
Mientras el esqueleto trazaba una paciente Espera. Leonora prefirió dialogar en soledad.
Amaneció con su Autorretrato y metáforas visuales que hablan de la Muerte o de la vida cuando acompañamos al Espíritu de los animales, mejores compañeros que el Hombre. Ahora que ella danza con el Esqueleto, vuelan por el ciberespacio entrevistas incrustadas. Ella lo mira, encontrada en las oscuras intercepciones del hueso propio, donde deben esconderse los misterios de lo fantástico y lo absurdo, donde también se siente el amor y el nacimiento de los hijos que parió. El no la ve, “contempla la vía Láctea… esa legión de huesos que rodea el planeta nuestro”.
Entonces, frente al caballo se sienta Leonora y lo contempla, vuelve a la vida, maraña de imágenes su cabello. Nace crecida la Giganta, en cada mujer que la contempla, hay un parto de nubes y de pájaros.
… el silencio… y que otros interpreten el poder del tuétano, en el lienzo y la palabra.

26 mayo, 2011

Leonora Carrington

¿Tiene algún sueño?

El máximo es saber qué pasara después de la muerte. Es lo que más me gustaría conocer. Los sueños son lugares y la muerte, también. Cada ser humano se convierte en una personalidad diferente al dormir, y lo mismo sucede al morir. Son lugares en los que la tercera dimensión desaparece, de la misma forma que se evapora el consciente.
                                                       En entrevista realizada por Cristina Carrillo de Albornoz



Acaricié los textos de Leonora, allá en Cuba. Entrar en su universo único, me permitía considerar una existencia alejada de la realidad. Vi su obra plástica, también en libros y deseaba poder llenar un refugio con aquellas imágenes surreales. En el año 2001 me invitaron a contar en una exposición que le rendía honores en el Tecnológico de Monterrey. Leerla para contarla fue una experiencia única, visité sus cuadros y traté de hilvanar un tejido coherente que vinculaba sus últimas pinturas y sus textos. Gracias a ella y la sincera admiración que le he tenido siempre, obtuve un trabajo allí, por el cual mi vida fue tejiendo también otros rumbos y telares, absurdos, fantásticos.

Nació en Inglaterra el 6 de abril de 1917.  Vivió desde los años cuarenta en México y siempre mantuvo una vida creativa y alejada de la publicidad. Era y es única. Hoy descansa, de nosotros y debe andar en plena labor por allá, donde se descubren metáforas y visiones de lo eterno.
Tengo problemas con el micrófono y las mezclas, por eso guardo silencio y no podré contarla para hablarle, como en aquel 2000 cuando me parecía vivir un espejismo. Contando a Leonora... alrededor de la hoguera, hirviendo la Palabra en un sonido que pintaba sobre el fuego.

Gracias, Leonora Carrington. Hoy está su obra expuesta en el Paseo de la Reforma, son de las maravillas de México, ese Paseo donde los Inmensos han anidado y nos hablan al ojo y al oído...



23 mayo, 2011

Vuelta

Escribo mientras el micro y otros asuntos se ponen en orden. Realmente, siempre he disfrutado más contarle a las cuartillas.......................

Voces
Cuando el cuerpo está viejo se convierte en oreja. Uno empieza a escucharlo todo cuando se queda solo. La ausencia de voces pone oídos en el cuerpo ¿sabe? Un infarto y eres el primero en enterarte. Próstata inflamada, doctor, si yo le dije… Claro, a veces, falla ¿Osteoporosis? La cadera muda, si hubiera gritado su dolor…Por favor, ¡escúcheme!, ya le digo, ya…
Mi cuerpo entero oía pasar a la vecina del 18, taconeo rítmico, antes de llegar al Honda y arrancar. También aprendí a identificar el ruido de las pantuflas del Toño, viejo cochino, ¿cuándo se las va a quitar? Un día sus hijos se acordarán de él y le van a regalar una bufanda y unas pantuflas nuevas, antes de llevarlo a internar, seguro. No es que uno quiera, señorita, pero la soledad es canija, créame.
Por eso, cuando sonó el portón de la muchachita de los tacones, la del 18. En aquel golpe seco yo supe que había miedo y después vino el grito, oiga que lo tengo aquí, pegado en las orejas, se lo juro y abrí mi persiana, bueno, una rendija, ¿sabe? Pero ella tenía el ojo pegado a mi ventana, el grito ahogado en el cuenco de las manos y que abro mi puerta, ahora no sé por qué y tenía sangre en la blusa, señorita: ¡Lo mataron! ¡Dentro de mi casa, allá! Le pregunté con los ojos, creo, porque tenía la lengua como tronco seco, muerta en el cielo de la boca, muda de verdad. ¡Llame a la policía, señor! ¡Mataron a mi marido!
Y la cara de mi vecina, se tornaba larga, larga, como esa pintura que se llama El Grito o algo así, no sé. Le doy mi palabra que ese pintor le vio la cara al miedo, y le digo Cálmese, señorita, ¿no está lastimada? Espéreme acá. No me tardo, pero era mentira, señorita, que uno no se puede meter, ¿sabe? El gobierno dice que es la droga y los narcos dicen que es la policía, calladito calladito. No, no si no me tardo Y la dejo sentada en el pastito, sin zapatos, con la cinta canela colgando de sus muñecas. De lejos, parecía una marioneta y sentí miedo, se lo juro, un miedo a la calle vacía. ¿Dónde estaban los otros vecinos? ¿Y la reja de la privada? Jesús bendito, ni una gota de humanidad y en pleno mediodía me oscureció la cabeza, se lo digo de verdad. Espéreme, tantito, oiga, ya termino. Pues que cierro mi puerta y me quedo pegado a la madera, como una rama caída o no sé qué, me voy resbalando a pedacitos y me quedo sentado, sin saber qué hacer, temblaba, señorita, no le miento, pasaron como una hora o dos. Debí quedarme dormido, en el abrazo de la madera, cuando escuché la patrulla y el grito de la chica, la viuda, la de los tacones y el Honda, ¿recuerda? El grito haciendo música rara, a capela, junto a la sirena.
Ayer fue todo esto, ¿sabe? Yo no salí, la puerta me hablaba y me gritaba: ¡Cobarde! ¿y si te hubiera pasado a ti? Y yo le explicaba, señorita, desde mi cabeza ¿sabe? Porque a las cosas hay que hablarles con voz silenciosa y no me va a creer, pero no puedo moverme, desde ayer, estoy aquí al pie de la puerta. Estoy sentado en mis orines, ¡la culpa la tiene el Gobierno! ¡…no me cuelgue, señorita, ¿puede llamar a una ambulancia? ¡Señorita! ¡No me deje tirado! ¡No cuelgue, carajo! ¡Arranquen esta puerta de mi espalda! ¡Qué se calle, la maldita!¡Alguien que haga algo por mí!.......
El hombre cree gritar, pero no puede. Nadie lo escucha, los vecinos salen de sus casas, con la cabeza baja, extienden las monedas, compran el periódico. El voceador ha entrado en la privada, debió saltar la reja, a grito pelón: ¡Torturado en Privada del Edén 18! ¡Fotografías del muerto!¡llévelo!¡llévelo! 

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