Yuridia es la rara de la familia.
Tiene 20 años, estudia en la Universidad de la Habana y es virgen. Sus primas,
de 15 y 17 respectivamente, ya tienen hijos. Dejaron de estudiar y le
repitieron incansables, a la madre “No me lo voy a sacar, ni lo pienses” o “Tú encargas”
como le dijo la de quince al novio, antes de que este pintara la última huella
de su bicicleta en el portal. Hoy dos bebés miran el techo,
gorgorean lo impredecible de sus suertes, mientras la abuela vende el café y se
promociona de boca en boca, como costurera. No paga licencia y no alcanza
tampoco para los pañales y la fórmula, de eso se encarga el tío que les manda
dinero de Mia-mi.
Aixa y Yusimí, las primas quieren
seguir su existencia sin trabas, por eso hay discusiones en la casa y los
muchachos que las cortejan vienen y se van. Soy soltera, son mis sobrinos, se
les escucha ante el cortejo y se aprietan en diminutos shorts sus caderas de
recién paridas. Así parlotean y se ríen, engañan a los incautos. Las primas no trabajan ni estudian
y se burlan de Yuridia, la mojigata, la quién sabe qué.
En Cuba 53 de cada mil
nacimientos ocurren antes de que la madre cumpla 18 años. La educación sexual los ilustra desde la secundaria, algunos padres les explican a los nueve o diez porque la actividad sexual está manifestándose con mayor precocidad. Sin madurez física, ni responsabilidad para enfrentar los cambios las madres y padres adolescentes ponen a las familias en una encrucijada. La interrupción del embarazo, el aborto, la
regularización quizás dejaron de
apreciarse como en los noventa, cuyo abuso parecía indicar eran entendidos como
método anticonceptivo. Aunque por sospechas de embarazos se practican
“regularización menstrual” un alto porcentaje de jovencitas, los ginecólogos lo
indican cuando se presume hay pocas semanas de embarazo. La regularización es
un método también doloroso física y sicológicamente, es un método de succión.
Yuridia comenta con su novio la
filosofía de las primas. Una avanzada contra la madre, una presión egoista
parece ejecutar una guerra sin cuartel. “Si no me cuidas al niño, me pongo a
jinetear”. “Si no me cuidas la niña, me la llevo con el primero que venga y ya
verás”. El chantaje emocional y el sexo como veleta las lleva en comparsas
constantes y la música que siguen está marcada por el aburrimiento, la playa, el
oleaje, el calor, de esas excusas manan sus irresponsables decisiones. La
inmediatez de la urgencia entre las piernas, el vacío de sueños o proyectos, mil
excusas que no eximen de echarse la vida al hombro.
Yuridia sabe que los
pequeños de su familia crecerán con el afecto de la abuela y los eventuales
tratos o maltratos de los “amigos” de sus madres. En algún momento, la vida les pasará factura a las primas
“normales”, cuando la falacia de la eterna juventud las confronte.