Cuando Legna recibió este nombre corría el año 1984, en Camagüey, la Ciudad de los Tinajones. Alguna vez tuve deseos de meterme en el interior de un tinajón para olerlo, arañarlo, escucharlo hablarme al oído. Quizás ya no hayan tinajones en Camagüey, no sé, pero Legna Rodríguez Iglesias me ha permitido leer una historia de las que se cuentan solas. Y el cuento se hizo mío. Mío en los afanes de escritura. Mío en aquella entrevista, una vez, con un tipo que se decía camarógrafo y tocaba mi mano, mientras me decía: Tú lo que necesitas es amol, amol...
Mío en la blusa de guinga y en la ropa cosida en casa. Mío en los ojos que hemos abierto en otros lados para ver el Mundo... Debió ser contado por la boca de un tinajón porque dice verdades enormes. Si tienes tiempo, escúchalo hasta el final, no puedes dejar la boca del tinajón abierta, debes cerrarla siempre con tu reacción, con tu sorpresa o con tu rechazo, pero dime tú...