27 junio, 2013

Angel Ricardo Ricardo Ríos

En toda metáfora hay como la suprema intención de lograr una analogía, de tender una red para las semejanzas, para precisar cada uno de sus instantes con un parecido...
José Lezama Lima
 
Angel Ricardo Ricardo Ríos es un cubano, nacionalizado mexicano, que concibe sus obras en Cuernavaca, un verdadero paraíso. Me alegra apreciar cómo se extiende la red creativa en este país, los mismo soles para quienes buscan la permanencia y rehuyen lo evanescente.


"Es una manera de compartir, de divertir, de sorprender. Al sacarlo a la calle, invades el espacio del transeúnte, y si a este le incomoda, tendrá el derecho de interactuar y hasta de intervenirla, pero al menos con mis obras la respuesta ha sido positiva. Un ejemplo de ello son los inflables que hice para la calle de Guatemala; ahí los comerciantes me pidieron que los dejara una semana más, pues les gustaba que formaran parte de su paisaje cotidiano".
Extraído del artículo Angel Ricardo Ricardo Ríos: juegos de reflexión y humor, de Jeannette Porras.
 

 
 


24 junio, 2013

Hay mitos que nadie ha fabulado

(…) el peso de los muertos célebres pudo más que el peso de los anónimos vivos. Nunca fui primera dama.  Wendy Guerra. Bruguera

Nadia Guerra, con el micrófono abierto se cuestiona la estatura real de los héroes, los cimientos de sus pedestales. Nuestra genuflexión que nunca cuestionó vasta pureza.
Carlos Puebla, Pablo Milanés, Donato Poveda, Barbarito Diez, Celeste Mendoza, en su espacio radial, sonidos que nos despertaban, echaban de la cama, empujaban a la escuela. Melodías de una isla que se creyó pintada.
Una hora con nadie, es el nuevo programa, después. Porque Nadia ha sido expulsada de la radio, no le ha dicho al pueblo, “cosas pensadas”. Wendy Guerra escribió Nunca fui primera dama, novela urdimbre y uno allí se reconoce hiedra. La esculqué buscando la preexistencia de su madre, Albis Torres. Leí algo de su poesía en Álbum de poetisas cubanas y me pareció una fabuladora inscrita en otro mundo.

Hay mitos que nadie ha fabulado,
Mitos como universos que habitan
Los seres más humildes.
El mío son las olas y un hombre
Que las vio diligentes hacer y deshacer,
El paisaje lunar de las Galápagos.
Y un hombre que no cruzó el océano
E imaginó, mil veces veinte, un viaje sin riberas.

Pero Nadia nos lleva más allá de las raíces y las hojas, entre diarios, cajas negras y libros forrados. El entrepaño de un librero oculta lo innombrable y los habitantes de una isla son los verdaderos héroes, los mártires de lo cotidiano.  Aprecio como leit motiv: el martirio. Martiriza buscarse y no encontrarse. Martiriza una vida hecha a otra medida, a fuerza en tallas igualadas. Martirizan los recuerdos. Martirizan las ausencias y los fantasmas. Martirizan lo callado y la consigna a gritos. Martirizan el deseo y la ausencia de ganas. Reconoce la autora, el dolor que infringe la lejanía y aprecia el cotidiano látigo de quien se queda urdiendo el tejido. Abonando enredaderas.
Estaba sola, y decidí usar mi tiempo pintándolo todo; con la ausencia de ellos la casa estaría perdida.

Cuba es una isla en las cabezas. Cada uno se inventa un espejismo. Las lenguas gritan, se acallan, se enrollan, martirizadas y fingen cuerdas de ahorcados.  Chiringas. Banderas de náufragos y esta novela (no publicada en la isla) sabe nadar. ¿Por qué no puede leerse adentro? No lo sé. Celia Sánchez Manduley, come con el plato en la mano, hace vitales bendiciones, fuma sentada en la escalera. Levita el Che, ante una joven desnuda. Se describe a Fidel, en entrevista con periodista argentino y la autora contrapuntea, pone en boca de su madre un discurso que parece escrito por alguno de nuestros abuelos. Wendy Guerra sabe andar la Habana, como sabe todo el que vive y sale para regresar. Creando adentro, eres más que la suma de sus partes. Y los personajes principales, mujeres todas llevan la maldición de una isla sentada en la cabeza. Isla verde oscuro. Isla negra. Isla Ibeyes, ella y él. En ese juego de ambivalencias no tienen reposo las voces de quien murió o se fue.

Busco en esta novela jirones de mi generación y encuentro. Veo a las mujeres que nos antecedieron, las madres, las iguales  a los hombres, las descreídas, las guerrilleras, las liberales, las del redil, un camino de contrastes, en el que nos formamos todas. Las historias de sus vidas conforman la verdadera raíz de la historia nacional. Esas vértebras de carne y sangre, aparentemente, sumidas en el silencio de los horcones, le dan alas a cada isla personal. Muestran que el país no está allá donde se entregan las olas. Uno se inventa un país a la medida. Cada quien lo edulcora o lo envenena según la dosis de locura y Wendy Guerra consigue una excelente sombrilla, como la conocimos, para vadear la lluvia de omniausencias.

Mi país es ese instante único que ahora mismo
Sucede en todas partes. Orillas de la tierra,
Lugares a los que no sé ir ni puedo
Y llego sin embargo.

Albis Torres Ob. cit., p. 21.

Álbum de poetisas cubanas, Editorial Letras Cubanas, 1997

11 junio, 2013

Félix Ernesto Chávez

Que el honor de las venas fertilice
de honor y lealtad al árbol grande...
                                   Manuel de Zequeira
Junio arrastra. Junio con el rostro mojado. Junio carece de placeres. Entonces aquella poetisa Luisa Pérez de Zambrana conquistó la crítica de José Martí, el ensayo poético de Chacón y Calvo y muere en una casita de Regla, cargando con ausencias filiales, con las despedidas de su hermana favorita, su esposo, sus cinco hijos. Todos son árboles caídos y ella en la fe sostiene su poética y su vida. La Virgen de los Dolores es un pandero de luz para la madre y esposa.
Una de las imágenes que más me impresionaron de niña en las iglesias era esa virgen vestida de un color fuerte, encantador y aquellos puñales atravesando su pecho. La cara mostraba un dolor sin nombre y luego supe que anticipaba Simeón  su profecía:  “Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos de Israel, y una espada traspasará tu alma”. Lc. 2, 22-35
Consciente de todas estas ramificaciones, conquistas de la literatura misma que florece y echa raíces en el oficio lector, estaba ajena a la existencia de Felix Ernesto Chávez, aunque su bosque escrito ya reverdecía para muchos. Era cubano y adjunto lo que la página cubanos famosos dice sobre él:
Nacido en La Habana, Cuba. Doctor europeo por la Universidad Autónoma de Barcelona, en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Cursó la licenciatura en Letras con Título de Oro en la Universidad de La Habana, homologada a la licenciatura en Filología Hispánica por el Ministerio de Educación de España.
Investigador Posdoctoral en la Universidad Autónoma de Madrid. (...)
Ha publicado una monografía sobre Whitman, ha coeditado dos obras colectivas y tiene en proceso la publicación de dos ediciones críticas sobre las hermanas Luisa Pérez de Zambrana y Julia Pérez Montes de Oca, así como una monografía sobre Pérez de Zambrana. Ha participado en más de 30 eventos internacionales como comunicante o conferenciante.
Se doctora en 2010 con la tesis titulada La construcción del sujeto romántico en la poesía de Luisa Pérez de Zambrana, dirigida por Hervé Le Corre (U. de la Sorbonne Nouvelle-Paris 3) y Meri Torras (Universidad Autónoma de Barcelona.
Siguió durante años, la trayectoria creativa de Luisa Pérez la elegíaca cubana, la mujer que refugiaba en sus oraciones un dolor indescriptible. Debió ponerle mucho empeño por las conclusiones, la visión crítica, la sensibilidad y vino a México,  camino a la Habana, aquí escribió:
  
Todo en el Distrito Federal es estridencia: las voces de los comerciantes, los conductores gritando, los atestados comercios, los colores y olores, la brutal uniformidad de ciertas expresiones, la risa y la alegría, el horizonte volcánico, la fértil imaginación. También las esperanzas y los silencios.
No supe de él, hasta que el amanecer del 12 de junio del 2012 dieron la noticia: Murió apuñalado, su vida trunca, su talento silenciado. Una familia entera aguijoneada por el mal, caída. Las paredes de ese hogar fueron abatidas por los asesinos. Y las autoridades en silencio,  nos han privado de ese halo intelectual que le confirió a nuestro pasado literario. Con él, posiblemente, Luisa descanse para siempre guardada en el hermetismo que confieren siglos y siglos por venir. Y la Virgen de los Dolores se personifica en otra madre que añoraba el abrazo del hijo. La vileza siempre me sorprende, quizás por eso uno busca el libro y su asidero.  No conocí a Félix, hay designios, destinos y se bifurcan. Supe de él cuando era tarde. Alguien que clavó un puñal y desterró un talento,  anda por ahí como hiena apestando...
Esto parece una pesadilla. El escritor, el investigador, el hijo, no pudo negar en su vida y obra esa influencia romántica del destino trágico y sólo podemos honrarle con un pensamiento y una propuesta de lectura. El mismo se entregó a la crueldad de  los designios, cuando escribió:
El día de mi muerte no me echarás de menos. Echar de menos es tener la esperanza de que asome mi rostro tras la puerta. Pero entonces ya no volveré.
No quedaré en nada, en nadie, no seré más que elemento transfigurado en otro elemento. Que no haya música, ni pierdas el tiempo pensándome fantasma o viento sobre el árbol. Todo puede seguir su misma rutina, a nadie le parecerá importante cualquier remota detención.
Mejor camina hacia otra parte. No te sientes a esperar. Sigue otra huella. La mía se habrá fundido en los mismos circuitos donde todos se calcan. Haz un montón de piedras e imagina que sobre ellas nacerá otro lirio, otra casa, otro libro, otro barco que ya no me llevará.
Que ninguna de mis fotos sirva para extrañarme: pues el de las fotos no soy yo, ni lo será este yo tampoco cuando acabe el poema. El pasado sólo existe en la idea del pasado.
Ahora Lidia, la madre de Félix postea de cuando en cuando en http://elbosqueescrito.wordpress.com/category/album-familiar/
Somos piedra sobre piedra y no debemos olvidar.
Gracias, Charlenne y sabes por qué.

05 junio, 2013

Ediciones Casa Bayona

En la casona vieja podíamos escuchar el trino de los pájaros, la murmuración de dos o tres cuya labor más importante era deshacerse en los chismorreteos cotidianos y el paso casi imperceptible de algunos que parecían evitar el calzado y levitaban a raticos en un intento por ocultar su endemoniada condición. Habían días gloriosos que nos visitaban escritores importantes o intelectuales españoles, argentinos o de otros países con intereses de investigación. También la comunidad de Santa María del Rosario entraba a la casona con los clamores domésticos de unos años muy difíciles, ¡aquellos noventas!
Algunos creían que el Centro Chacón y Calvo estaba ubicado en la casa donde originalmente nació el hispanista cubano, pero no. Era un lugar más pequeño cuidadosamente restaurado, vestido con atuendo del siglo XlX y con adornos que se fueron robando poco a poco, sin piedad. Para mí era un sueño traslaticio,  colocar mi carpeta sobre los escritorios de madera dura, sentarme sobre el siglo pasado, en sillas de espaldar infinito. Y también recuerdo cuando cambiaba un búcaro de lugar, para escribir sobre una mesa menos elegante, la anterior debió ser codiciada, al pie de una ventana. Los que tenían sueños de grandeza, procuraron escritorios dignos de sus sueños. Me apena ahora, saber de quienes todavía los rumian, fuera del país o adentro, flotando en su ególatra vanidad. Si yo contara...
Pero mis cuentos son otros y nunca se han depositado sobre el cráneo de nadie. Cada quien que cargue su daga o su pluma y en el ambiente intelectual créanme hay quien termina cortando su garganta y en el afán de lastimar al otro se ahogan con su propia lengua.
Algo que sobrevivió como memoria, después que el Centro se fue a pique son algunos textos recogidos en las Ediciones Casa Bayona, la talla del ilustre hispanista regresó para erguirse sobre rencillas personales y presupuestos culturales. Lo mejor es que las obras sobreviven a sus creadores y la presencia de los grandes ilumina cualquier aliento hipócrita y lo convierte en luz.
En México pude apreciar la intensa amistad que de mil formas se patentizó entre Alfonso Reyes y José María Chacón y Calvo, Alicia Reyes majestuosa, abrió las puertas de la Capilla Alfonsina para mí y sintiéndome minúscula y curiosa aprecié que la verdadera grandeza está en la humildad de espíritu, en un corazón entregado a la obra. Después de aquellos días tomé experiencias de vidas pasadas y con la mira en lo alto, para evitar perder los ojos en derredor, gané serenidad. Incluso cuando un compañero de trabajo hizo lo imposible porque me declararan disidente, a pesar de estar en tiempo y con todos los permisos. Gracias a él y a quienes añoraban el puesto yo miro este pasado con catalejo.
 



Lectura recomendada: De Salvador Bueno, de quien conservo muy gratos recuerdos y cuya labor abrió muchas puertas para que el Centro de Estudios Hispánicos fuera una realidad.

03 junio, 2013

Nelumbo quejumbroso

A dos años de mi graduación comencé a trabajar como investigadora literaria en el Centro de Estudios Hispánicos José María Chacón y Calvo. De aquellos años escribiré algún día, importante fue dedicarme al estudio de la vida y obra de Luisa Pérez de Zambrana.
Chacón y Calvo apasionado, había escrito sobre ella. Le interesó aquella poetisa santiaguera que empezó temprano con una voz muy personal. Nace en Santiago de Cuba y luego en su poesía vibra el eco bucólico de los alrededores del Cobre.
  (...)No amigo mío;
pinta un árbol más bien, hojoso y fresco
en vez de pedestal, y a mí a su sombra
sentada con un libro entre las manos
y la frente inclinada suavemente.
Ella nació quizás por el 1835 porque su acta nunca apareció. Visité el Cobre, por ella. Adoré el papel que tocaba, como con alas de mariposa, papel de periódicos y revistas donde publicó. Visité las ruinas de la casa donde vivió la mayor parte de su agonía, en el municipio de Regla. Olfatée el aroma indescriptible del Cementerio de Colón donde ella descansa. Y adquirí una tristeza natural que aún me evoca desazón cuando recuerdo.
Luisa se convierte en la más insigne elegíaca de nuestra lírica, como la destaca Enrique José Varona. Se refugia en su fe católica para salvaguardarse de la muerte de su esposo y despuès de sus cinco hijos.
Chacón caracteriza la poética de Luisa, consagrada a la serenidad de espíritu, a la religiosidad. ¿Cómo podía ella levantar los ojos si no de aquellos sepulcros?
La noche del 22 de marzo de 1917 se le tributa a Luisa Pérez de Zambrana un homenaje en el Ateneo de la Habana, Chacón lee una semblanza que se identifica con la alabanza martiana. La frase: "Se hacen versos de la grandeza; pero sólo del sentimiento se hace poesía", la escribe Martí al establecer un paralelo entre la muy reconocida Gertrudis Gómez de Avellaneda y nuestra Luisa. Cae el alma reverente ante el sosiego, la conformidad, la fe en la elegíaca octogenaria.
Tuve miedo de ella. Joven yo, no comprendía la magnitud espiritual y purificadora del dolor. No obstante, llevé su foto conmigo como quien carga una reliquia familiar y un día, años después, frente a las ruinas de lo que fue aquel centro de investigación, teniendo a mis espaldas la iglesia magnífica de Santa María del Rosario le pedí perdón. Le confesé mi debilidad y ambiciones, le dije que uno no abandona a alguien como ella, aunque se cierren las investigaciones y se dilapiden los recursos, le di las gracias por haberme fortalecido las alas. Por haberme lavado el espíritu le di gracias y le dije que no podía más con tanto pesar, con el eco insondable de su dolor, que ya éramos una para siempre.
Y pasé a un costado de la iglesia sin mirar atrás. En aquellos cascajos ahogaron varios estudios convertidos, finalmente, en fuegos fatuos. En aquel techo, casi flotando sobre el piso de elegantes baldosas, clavé mis ojos muchas veces porque no estaba lista para el àcido de los ególatras. Ni para la competencia desleal. Ni para el estigma de la juventud. Aunque nada pudo frenar mi desarrollo, la compañía de la poetisa fue vital para mantenerme en pie.  Allí fui parte de un sueño guajiro y cómplice de muchas pesadillas.
Creí haber dejado atrás aquella carga de siglos, pero ha regresado con este junio la virgen de los Dolores y yo no soy católica, pero Luisa le era muy devota y revive en mí, con un acontecimiento que ahora no nombro.
Hay un sino trágico, como una estela..."nelumbo quejumbroso: delicadísimo nelumbo"

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