Durante mucho tiempo trabajé con ancianos. Alguna vez me presenté en un desayuno que ofrecía el Historiador de la Habana, Eusebio Leal, el pan con mantequilla y el café con leche atraía abuelos de todas las localidades y más de uno, traía su jabita de naylon, almacen de mínimas delicias: caramelos, el pan de la libreta y en estos casos, el preparado con mantequilla: Me lo llevo para la comida, mija, recuerdo escuchar.
La mayoría mujeres viudas y dos o tres matrimonios, amorosos, sonrientes. Es curioso como el amor le prorroga la despedida a más de uno. Me decían las psicólogas que estas parejas octogenarias se mimetizan como debe ser cuando la arruga ha crecido junto a otro surco en el rostro conocido.
Sofía y el ángel habla del amor, de esa ilusión de compañía que en la soledad puede ejercer sus trucos.