El escritor larvado
detrás de su obra, teclea una barricada de silencios. Ella evitaba la tendedera
en la nube. Como lectora debía lidiar con un monólogo cada vez
más doloroso. Se inventaba un sabor para la admiración oculta allá detrás de su
avatar . Y al principio tocaba la
pantalla como si le acariciara a él, la barba de tres días. Imaginaba el
diálogo al pie de la ventana y el ciprés. Pero ahora, después de comentarios sin respuestas; jalonea
el monitor y le espeta groserías. El escritor se pregunta, a diario, por qué nadie lo viene a leer.
6 ¿Qué me cuentas?:
Francamente sugerente. Unono puede evitar colocarse en esa tesitura y conjugar en primera persona. Puedo disfrutar del texto y no añadir nada más.Puedo manifestarte el talento que exhibes.
Pero en lo que nunca se debe caer es en esa sorda guerra inutil de egos. Lo expones con absoluta precisión. Enhorabuena. Saludos
Gracias, V, escribo sobre el ego como un leit motiv lo acabo de descubrir en estos días, quizás ha sido una batalla personal, también con la distancia de mi tierra, aderezando.
Porque somos pocos los que deseamos leer por encima de la TV, el fútbol, ect....enhorabuena por tu calidad descriptiva...un abrazo desde azpeitia
¿Por qué, pregunta? Acaso porque los silencios que teclea no tienen el valor que él les adjudica, o porque realmente creyó, como insinuaba la placa junto al portón sin ciprés, que ese silencio de maderas cerradas era un atajo al cielo. Un saludo.
Azpeitia, enamorados aparentes del silencio. Condenados a huir del otro porque no sabemos estar ni con nosotros mismos. Gracias por venir.
Con el ego, enamorados, algunos bailan una danza macabra que les corta los cipreses de raíz y las puertas les tiran de las narices como podridos brazos hacia arriba. Atrapados se inventan amores. Las lectoras primerizas les creen, cercan sus libros o sus blogs con la esperanza de encontrar un atajo creativo o un trillo hacia la carne del otro. Juan Herrezuelo un comentario que he leído varias veces y me ha dado otras ideas enyerbadas.
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