También en La Habana el atardecer es memorable: el aire ahí no se ensancha tanto como se ahonda, entreabriendo camino, como para unas alas, hacia el fondo mismo del cielo, en cuyas nubes o, mejor, en cuyos celajes, vibran los colores ensordecidos. La silueta de la ciudad entonces, al ahondarse de tal modo el aire sobre ella, parece descansar, igual que la superficie de un agua quieta, bajo la maravilla de su cielo.
Luis Cernuda, Aire de La Habana 1952.
13 ¿Qué me cuentas?:
Belkys, la Habana es una ciudad tan hermosa, y los atardeceres son... Como viví hasta los 14 años muy cerca del malecón, iba muchas veces en las tardes, ya escondiendose el sol, con un primo que en aquel entonces tenía unos 4 años. Nos parábamos en el muro, de cara al mar y nos poníamos a gritar que éramos los dueños del mar, mira tú qué tontera.Pero él aún se recuerda. Intentaba yo darle un poco de aire a ese niño, entre tanto juguete roto heredado. Ahora ese primo es guitarrista y se ha ganado varios premios, muy buen chico que ha salido.
No he vuelto a vivir atardeceres como esos de tanta intensidad. Cuando vuelva a la habana alguna vez, me voy a subir de nuevo al Malecón en la tarde y gritaré.
Yo hacia algo parecido. Mi mama nos abandono de pequenos, y luego se fue en el 94 por el puerto de El Mariel en una de aquellas lanchas. Creo que por eso, de ninna acostumbraba a hablarle al mar, no se, cualquier cosa, preguntarle, contarle, hablaba bajito, y podia quedarme horas asi. Creciendo lo deje, porque un dia me sorprendio un muchacho y me grito, "oye loca"...
Al mar nos vamos ahora con frecuencia, terminamos inviertiendo alli lo poquito que tenemos porque ese amanecer y atardecer en el balcon frente al ruido de olas y olor de sal no tiene precio. El Malecon, sera siempre un muro que me faltara.
Bellas las fotos!
Yo tengo pendiente el Malecón al amanecer. Es mi hora preferida del día y, aunque siempre he querido ver eatr allí al amanecer, por una razón u otra no lo he hecho.
Siento igual que Fermina. Ninguna vista a la mar me satisface después de haber tenido el Malecón. Aqui lo que tengo es el Atlántico, negro y frio y parece otro planeta...
Charlene, el malecón nos vio muy seguido. Alguna vez tuve un novio lindo que salió muy feo y le heredé un sobrino pequeño, con quien me iba a sentar en el malecón. Después ya me sentaba con amigos grandes, a cualquier hora un sitio único, sensorial.
Fermina, qué historia la tuya. Cuando te leo se aprecia alguien que siente cantidad. El mar escucha, yo lo sé. Al mar hay que pedirle por esta tierra que pisamos y acariciarlo como si fuera amante. Una vez en Cancún, dentro del agua empecé a jugar danzando algo de Yemayá, decía algo que mi abuela me enseñó, una frase repetitiva y tribal. Estábamos solo una amiga y yo, dábamos pie. De pronto, de la nada se vino un cardumen de peces y pasaron entre las piernas, a toda velocidad, pero eran muchos y a mí la danza ya no me hizo tanta gracia y salimos hasta al otro día que ya había pactado yo con el mar de la mañana que es el más lindo mar.
H en NY, por un asunto de salud familiar, vi el amanecer desde el piso nueve, en el Amejeiras. Después de una noche de hospital el malecón amanecido es una bendición.
El amanecer me encanta en Cuba, el otro día por aquí cerca alguien tuvo un gallo y yo andaba feliz con el sonido. Sin embargo, ya se lo comieron creo porque dejó de cantar. La tarde me enamora en la Habana, pero la noche no. Siempre me pareció triste la ciudad, de sombras cansadas y edificios oscuros. Y ni hablar para los barrios. Desde entonces no me gusta salir en la noche, aparte yo reconozco que no soy muy normal.
Sí, a la habana de noche le falta mucha luz. Es muy triste la habana de noche.Y el mismo programa de la televisión que se escucha en todas partes ...
eh, eh, eh. me acabo de dar cuenta que ya está pata de palo. me encantaaaaaaaa
Charlene me hiciste reir y recordar...eso del mismo programa en todas las calles y uno podia ir oyendo el noticiero o la novela de las nueve aunque no estabas en casa.....de verdad que si!!!!
Fermina, fíjate que eso a mí no me molestaba, esa especie de eco que me hacía sentir en todos lados como en la casa. Las familias en calma sentadas frente al televisor, todo el mundo soñando con la novela. La oscuridad sí me dejó un trauma largo y tendido
LAS TARDES DE ENERO
Va cayendo la noche: La bruma
ha bajado a los montes el cielo:
Una lluvia menuda y monótona
humedece los árboles secos.
El rumor de sus gotas penetra
hasta el fondo sagrado del pecho,
donde el alma, dulcísima, esconde
su perfume de amor y recuerdos.
¡Cómo cae la bruma en en alma!
¡Qué tristeza de vagos misterios
en sus nieblas heladas esconden
esas tardes sin sol ni luceros!
En las tardes de rosas y brisas
los dolores se olvidan, riendo,
y las penas glaciales se ocultan
tras los ojos radiantes de fuego.
Cuando el frío desciende a la tierra,
inundando las frentes de invierno,
se reflejan las almas marchitas
a través de los pálidos cuerpos.
Y hay un algo de pena insondable
en los ojos sin lumbre del cielo,
y las largas miradas se pierden
en la nada sin fe de los sueños.
La nostalgia, tristísima, arroja
en las almas su amargo silencio,
Y los niños se duermen soñando
con ladrones y lobos hambrientos.
Los jardines se mueren de frío;
en sus largos caminos desiertos
no hay rosales cubiertos de rosas,
no hay sonrisas, suspiros ni besos.
¡Como cae la bruma en el alma
perfumada de amor y recuerdos!
¡Cuantas almas se van de la vida
estas tardes sin sol ni luceros!
JRJ
Fango ciertamente la Habana y sus atardeceres tienen un algo de tristeza. Pero con los años más, porque uno la ve con ojos de despedida, de quienes se nos van diario en alma y cuerpo. De quienes estamos afuera a tanta distancia, haciendo una vida en distinto lugar.
Pues La Habana, especialmente para mi el malecon, significaba en mi adolescencia, el lugar donde iba a leer mis poetas favoritos, luego caminar y volverme a detener en algun punto donde hubiera pescadores silenciosos, inmersos en su tarea. Todavia olfateo el olor a salitre y siento el viento marino acariciar mi rostro y mover mis cabellos. Volvi a Cuba, en 2010, despues de 30 años de asuencia, y fui al malecon y estaba abarrotado de jovenes. Era un espectaculo agradable, habia vida y deseos de vivir. Pero yo fui alli buscando aquel malecon amigo silencioso y callado en el que reposar mis anhelos y cuitas. En fin, gracias por este tema, y para los que vivimos en la isla y los que vivimos afuera, hay un malecon literal y otro hacia adentro, el mio es hacia dentro, pero no por eso menos hermoso y humano.
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