12 junio, 2012

La última vida en el universo


Me llamo Kenji. Este podría ser yo en tres horas. ¿Por qué me quiero suicidar? No lo sé…
Kenji intenta cambiar el rumbo de sus libros infinitos, de su orden compulsivo, del marasco cada día, igual.
En el filme La última vida en el universo,  Kenji trabaja en una biblioteca, no come pescado. Jamás se desordena. Levanta los ojos, se inquieta sólo por una chica que sostiene un libro entre las manos:  La lagartija está sola, extraña a su familia. Ella es una posibilidad de encontrarse en el otro, también ésta desaparecerá.
¿Dónde vas que más valgas? Kenji se enfrentará a varios verdugos para morir. Soga, vacío, ahogo, armas, pero su muerte lo esquiva.  Para ponerle nombre a su razón escribe: Dicha y se ve, colgando del techo. Todo cambiará en el encuentro con otra mujer, alocada, frenética, abandonada y sola. Hasta el aburrimiento, sola.  Sola, hasta el asco. Huyendo de sí.
Hay imágenes detenidas por una fotografía que ha quedado prendida en mí. Un ir y venir de escenarios posibles. La esperanza no se manifiesta ni como una posibilidad, no en él. Ella es un pedazo inarticulado de vivencias, una certeza: allí está, a su lado, la muerta muerte viva durmiendo en su pierna.

Uno quiere subir esa escalera por donde esquivan los libros. Uno quiere ver el sentido de una vida más allá:
“Los libros son compañeros del solitario, amigos del desamparado, solaz del tedioso, contento del descorazonado y sostén del desvalido”.(1)
Como Kenji,  uno se puede lanzar por una ventana.  La muerte es certidumbre cuando en vida hueca no se conoce un atisbo de dicha. Nuestra última vida en el universo puede estar allí donde se rompe el yo y se desgaja como una naranja para gozar-se con los otros.

(1) Orison S. Marden

2 ¿Qué me cuentas?:

Juan Herrezuelo dijo...

En primer lugar, has encontrado una plantilla muy muy bella.
No conocía esta película, y buscando ampliar información, google me envía en primer lugar a otra bitácora amiga, la de Graciela Barrera, en Las palabras son mis ojos. Con tu entrada y la de ella (del 2006, nada menos) me reafirmo en la idea de que “La última vida del universo” ha de ser una película muy intimista, con esa perspectiva japonesa que siempre parece explicarnos los sentimientos universales de otra manera, aparentemente más sosegada pero con grandes turbulencias interiores (veo un uniforme escolar que recuerda a la excelente "Babel").

Belkys Pulido dijo...

Gracias, Juan la plantilla es un pedazo de mundo y siempre me gusta poner los pies sobre cuartillas y borrones.
Mira, pensaba construir una respuesta articulada, pero he quedado triste. Muy triste, leí el comentario de Charlene,a la entrada posterior a esta y la muerte de un coterráneo me ha conmovido el piso. Te confieso que estas películas las busco a veces como quien se trepa a una isla existencial. Cada silencio me conecta con el propio, cada dolor personal compartido me purifica. Aquí, estamos viviendo una condición que no es humana e intento huir de eso y el refugio de los libros sigue siendo una cueva necesaria. Las películas, algunas, como esta, que comparten ese ánimo desaliñado y triste que caracteriza a algunos espíritus con los que me identifico. Estoy hoy desorientada y no es por no saber dónde NO quiero estar, si no por ver a tantas personas que se les trunca la vida en plena existencia creativa y entonces, sé que me quiero ir a otro lado, llevarme a quienes amo, no huir...Dar un portazo y volver a respirar.
Lee, por favor, la vida que cegaron http://elbosqueescrito.wordpress.com/

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