Ella vivía en Centro Habana, en
un cuarto con barbacoa. La conocí en casa de E. un sábado de bingo. No había
nada que hacer, los varones compraban cerveza de pipa y se emborrachaban hasta
la media noche. Las mujeres conversábamos, a veces hasta el amanecer porque en
el período especial, la Habana volvió a tener muralla. En madrugada no se podía
entrar, ni salir, cero transporte.
Recuerdo el arribo de ella con
sus besos sonoros. Hasta para los besos era vulgar. Abría la boca en el cachete
de cada varón y en chasquido obsceno se alzaba sobre la algarabía general. La
admiraban.
La jabá tenía buen cuerpo y fea
cara. Siempre vestía con poca ropa y estampados de carnaval. No hablaba mucho,
pero calculaba su lenguaje no verbal. Y
sin dudas, los machos se estremecían ante su rara matemática.
¿Cuál era su estandarte? ¿Por qué
tanta admiración?
La jabá era la mujer de A,
carnicero de la Habana Vieja. A era mulato claro y sus brazos bien torneados
nublaban la vista. Hasta conocerlos, tuve la visión del cubano como un hombre
luchador. Capaz de defender a madre, novia, o esposa. Incapaz del perdón. Fiero
si le pegaban el cuerno, pero…
La punta del iceberg comenzaba a
derretirse al calor de la isla enferma y como A, el carnicero encantador, varios tipos fingían
demencia si su mujer se entregaba al mejor postor. La jabá se había ganado la
amistad de aquel grupo heterogéneo porque cuando venía Venancio como le decían
al amante español, entonces presentaba al carnicero como su primo hermano y este
dormía su estatua perfecta, solito al pie de la barbacoa. Para ahogar su
soledad convocaba al círculo de cómplices, que veneraban su acto solidario, a
trago de cerveza y trozos de jamón.
Era un bárbaro el carnicero y
cornudo el español, según ellos. ¡Ajá! Pero en Cuba los cálculos no funcionan y
en una ecuación delirada, el carnicero conoció a una sueca que entró en la
carnicería, preguntando una dirección. Hoy vive en Canadá, se ha casado dos
veces y trabaja en la construcción. La jabá, debió indigestarse con la fabada
porque con muchos kilos de más, ahora rumia su tristeza, en la puerta del cuartico.
En letanía, todavía repite: Yo podía soportarle todo, pero que me engañe… ¡eso sí que
no!
6 ¿Qué me cuentas?:
que tal belkys tengo tiempo de que ando por todos lados, menos por este mundo de internet, pase rapidito a leerte y a saludarte, aaah pero no creas que olvide ese cuento para diciembre ok!! mira que ya falta poco :).
besos belkys
Un amigo diría que la jabá tenía "cuerpo de tentación y cara de arrepentimiento". Besos Belkys. Hay cosas que no se deben negociar en esta vida
géminis, te extrañaba. Estoy en eso, seguro que sale. Me preocupa que luego no te guste, pero va.
Charlene, los tiempos han cambiado radicalmente. Escuchaba las historias de la Unión soviética cuando un taxista podía ser un ingeniero o un doctor, ganaba más detrás del timnón y poco después se vino la tormenta. En el barrio pueden verse simpatizantes de la jinetera, adoradoradores de los vivos que respiran y ganan sin trabajar.
hola, Belkys, me encantó tu historia de engaños y necesidad, simulaciones y libertad. Has concentrado todo eso primorosamente. Es un maravillso relato, pero si te pones, se ve en tu historia también una novela genial sobre el "periodo especial", porque en tus pinceladas hay ya personajes, de los grandes, trasfondo socio-político, y sobre todo una escritura que relumbra.
saludos blogueros
Jose estoy maquinando algo así. He pensado cambiar dos cosas en el blog para el siguiente año. Algo de cuentos en vivo y directo. Ir contando y subir a youtube mi trabajo y otra, publicar algunas cosas que estoy pariendo. Me halaga tu comentario, hoy andas de votaciones, que todo salga bien
Publicar un comentario