No se ven bien las maravillas cuando se está dentro de ellas. Las colosales figuras, los colosales hechos, sólo a distancia adquieren sus naturales proporciones y se enseñan en su conjunto y hermosura. Cartas de Martí. La Nación. Buenos Aires, 9 de mayo de 1885.
Un 28 de enero nació José Martí,
para mí, el hombre más grande que ha dado América. Yo cargo con un busto de
Martí a todas partes, para escándalo de quienes se ríen de esas cabezas que
pululan por toda Cuba, de esa presencia usada como pisapapeles en varias
oficinas que vi. Por estas tierras, muchos desconocen quién fue y asombrados,
preguntan, intrigados por el bigote.
Cuando develo toda la verdad, recuerdan que en cualquier taquería puedes
encontrar un trovador que entone los Versos Sencillos.
Crecí con su pre-esencia en los
libros de mi familia. Aprendí a leer con La Edad de Oro, porque mi madre
contaba del Señor don Pomposo y de La Muñeca Negra y para mí, era importante
abrir aquella garganta hojearla y descubrir. También mi abuela lo veneraba
desde el altar de santería y junto al mulato Maceo y San Lázaro y Oshun, la
foto del poeta revolucionario siempre tenía una rosa del jardín. MI abuela
decía: Yo le pido a Maceo, tú le pides a Martí. Es un espíritu grande ese
hombre, niña, ese hombre hizo de tó.
Y empecé a leer a muchos, pero nadie me hablaba al oído como
lo hacía Martí. Y sí, le fui pidiendo luz a lo largo de mi carrera; quería
comprender su vastísima obra, el sufrimiento, la capacidad para soportar los
avatares propios y ajenos. Su lealtad, su infinito amor por el prójimo, los
celos de su Lucía, en quien me vi. La traición de su Carmen a quien odié. La
composición única e irrepetible de su prosa y las venas de su poesía. Por él,
amé a Gerardo Fernández Fe, con sus ponencias sobre autores franceses y otros demonios. Conocí a Ernesto Hernández Busto quien escudriñaba apasionado y daba puntos de vista, diferentes. Consolidé mi amistad con Ignacio Cruz a quien supe martiano desde la Preparatoria. En aquellas
Jornadas Investigativas del Instituto Pedagógico Superior, curioséabamos con
verdadera pasión en toda la obra de Martí. No nos íbamos con la ola de las
transcripciones; evitábamos cómplices el sueño de
los jurados. Creo en las personas que respetan a los escritores, en
quienes pueden apreciar un brillo superior y considero repulsivo toda la bandada de
urracas que buscan figurar con un análisis superficial e intentan igualar a
nuestra condición de inútiles mortales a personalidades como la de José Martí. Hoy la política es calzoncillo de todos, oficio de lavanderas y cada quien usa su tendedera como le viene en ganas a su ignorancia.
Discuten si fue borracho, si fue
padre de María Mantilla, si fue un tonto por soñador, si fue un cobarde por
escribir, si fue un suicida por morir en combate. Cada año en esta fecha, evito
repasar los sitios cubanos fuera de Cuba y también me aparto de los sitios
dentro del país. Martí es inagotable, lo estudio hace más de veinte años y no
termino hoy, ha demostrado tener esa luz avistada por mi abuela. El sigue
sonando como aquel pandero de la maestra Aymara, con el que nos despertó en
plena adolescencia, con el que nos dijo que no importaban las consignas y las
letanías si uno no siente el pulso de las voces. Ha permanecido en mi
escritorio y entronado en mi cabeza, poco a poco lo voy legando a mis hijas. Los
niños no se interesan en la imagen, no se ríen. Ellas quedaron en silencio
frente a la historia del presidio, frente a la herida inguinal, frente a Bebé
traviesa y una rosa blanca que cada quien cultiva en su interior. Debe vivir con oscuridad intensa quien se
prive de esta luz. En carta a Manuel Mercado el 22 de marzo de 1886, el Maestro
escribió:
Y luego ¡si V. me viera el alma!
¡si V. me viera cómo me ha quedado, de coceada y de desmenuzada, en mi choque incesante
con las gentes, que en esta tierra se endurecen y corrompen, de modo que todo
pudor y entereza, como que ya no lo tienen, les parecen un crimen!
Siguen las coces y los asnos se
reproducen, pero ¡qué importa! nadie como él para ser la maravilla de un monte. Prefiero andar sus escritos, sin equipaje y descalza. Complace quedarse detenido, acá tan lejos, ante la iluminada
inocencia de mi abuela. Prefiero quedarme con él a buen recaudo, dentro de mí, a
salvo de unos y de otros.
8 ¿Qué me cuentas?:
muy bueno lo que has escrito B. Me ha encantado.
Un abrazo y feliz 160 aniversario!
¡que bien Belkys! Un sentido gran homenaje testimonial!! Aprendo de vos....
Amiga te paso este enlace http://amediavoz.com/marti.htm
Yamil, siempre me queda la sensación de irme por las hojas de mí y el árbol que es él, se lo dejo a los millones de enlaces en internet. No dudo de la grandeza de su estirpe, no dudo de la sensibilidad que leyéndolo me cambió.
Lao yo aprendo de esa lectura mutua que compartimos, desde el recuerdo, las evocaciones, esos flachazos de vida que nos fueron construyendo. Confío en que la memoria colectiva es la mejor historia de una nación, aún deformada, idealista, tergiversadora la voz de muchos hablan más que la historia real. He pensado varias veces abandonar este espacio, hay tanto por escribir con camino cierto, pero comparto cavilaciones con personas como usted y vuelvo acá como quien se encuentra en la esquina de su casa, al buen vecino
Gracias, Ira, ya le di la vuelta. NO te pierdas
¡Cuánta pasión! Así se admira, así, con vehemencia letraherida y en un puro homenaje hacia quien tanto nos ha dado. Ha sido un placer reencontrarme con algunas letras (Arte soy entre las artes,/ en los montes, monte soy...). He de recuperar esta figura.
Juan, aprecio mucho tu comentario. No hay otra forma de escudriñar a los grandes, desde nuestra ínfima humanidad, apasionados. Leerle es ciertamente, recuperarse, nunca lo había dicho alguien tan bien.
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