30 septiembre, 2012

Ida

 
Tenía un pedazo de jardín en la ventana. En primavera escribía, sin descanso, cuando avistaba una flor. Pero en otoño, cuando el reguero de hojas  tapizaba aquel espacio otrora verde,  ella,  se secaba también. Quedaba sin palabras, a la espera,  con la piel arrugadita colgando de la persiana.

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