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El sonido trepidó sobre la mesa. Junto al café de tres días y la nota, el despertador golpeado alucinóse hombre.
Estiró las piernas y el minutero atravesó el vidrio como un sable. Abrió la nota, pero los bultos minúsculos abrazaban los renglones. Contorsionistas las consonantes. Temblorosas las vocales, no se dejaban leer.
Un diapasón en el goterío le recordó que tendría que ir a trabajar. Mojarse. Quedar parado en la caseta, ocho inútiles horas. Sin pasión. Se puso una camisa y ocultó las cinco ruedas dentadas de su corazón.
En el baño, la mueca de su rostro espejeante trajo noticias de pervivencias. Sería un día idéntico para tejer olvidos. Ajustó el horario y orinó.
Orinó, errando adrede, hasta que se mojó los pies. Salió a la calle, sin lavarse los dientes. Cerró la puerta de un tirón. Cuando la primera gota le escupió la frente sintió el día, cayendo en gorgoteo. El día... anticipando el ejercicio monocorde de la soledad.
4 ¿Qué me cuentas?:
qué bueno que regresas. Espero que nunca la vida me pasé como lo que cuentas. te mando un abrazo grande, grande.
Conozco algunos asi. Pobre hombre. Pero no hay que confiarse, a veces no nos damos cuenta cuan cerca andamos de de ese "ejercicio monocorde de la soledad".
Un beso Belkys, feliz de verte otra vez por aqui.
Char, con la vida uno nunca sabe. Lo único cierto va vestido de mujer con sombrero, dicen. Compañía cotidiana son los pasos de nuestros retoños, ellos ahuyentan todo sonido monocorde. Con ellos aprendemos a improvisar...
Fermina, la nostalgia suena idéntica. También las ausencias y los finales infelices. Todo suena a hueco como aquellos teléfonos con latas que inventábamos ¿recuerdas? Quizás por eso, en Cuba necesitamos del tambor y el tres. Quizás por alguna razón uno ahuyenta soledades inventando ruidos: portazos, agua corriendo, masticación, llanto...cada quien su rumba interna.
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