La envidia corroe el cuerpo y el espíritu. La envidia debe ser un ácido porque el envidioso muestra los estragos en la mirada. El envidiado va por la vida sacudiéndose ese avistamiento, muta a veneno en la lengua. Dice mi abuela: El mejor antídoto contra la envidia es la memoria, no para venganza ni ancla, si no para crecer sobre el recuerdo y ver caer, con los años, al envenenador. En uno de mis viajes a México, por un error burocrático, me declararon desertora. Alguien no espero el tiempo "reglamentado" y le dieron la noticia a mi madre. Dos años tardé en poder regresar, un tiempo de entrevistas y papeleos. Dos años, "obligada a quedar", tiempo para concretar proyectos, adoptar la maravilla de doce niños y muchos ancianos que me ayudaron a sobrellevar mi soledad. Un año después se desvaneció incluso el lugar, donde trabajaba en Cuba, aquellas dos personas que giraron con sus lenguas mi destino ahora estaban sin trabajo. El Centro de Estudios Hispánicos fue un sueño, apoyado por varios personajes importantes en Cuba, España y otros países latinoamericanos, pero las sierpes removían en su interior vanidades y envidias. Supongo quien se dedicó a "exiliarme" o quienes, pero no importa ya. El único legado es que no pudieron ahogar juventud, ni memoria y cuando veo en mi interior está habitado por una vieja bicicleta, mucho polvo del camino, libros...¿qué más necesita un hombre o una mujer para estampar veredas?
Sé que muchos sonreirán de lado, cuestionan mientras arrastran prejuicios, apegos y artilugios. Otros, presuponen. Las sierpes aún tejen por ahí sus lenguas bífidas, cuecen en sus cabezas huecas y dicen : Esa... Algunos, ya los sé, han huido de este blog donde una sospechosa...pero en cada juicio suena en mis oidos la sabiduría de mis abuelos, que han envejecido en paz y morirán como han vivido, lavándose el Espíritu con el rocío de la mañana, aspirando el olor de una natilla para dos cucharas, sorprendidos aún por la sorpresa del mango en flor. Quiero quedarme con eso, donde viva, porque soy guajira y me acompaña aún, un huacal pleno de inocencias.
Por esos azares de la risa, encontré a Virulo. Se dijo también que hubo algo de Taína la Rumbera, a mí me gusta el baile, pero para la rumba no nací .
Para quien confluyó conmigo en este punto, un regalo de Alejandro Jodorowsky: La cámara secreta con música de Adalberto y su son, en la próxima entrega.